Reporteros Honorarios

30.07.2024

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Por la reportera honoraria de Carmen Calatrava de España


El amor por la literatura y la historia te conduce, casi sin esperarlo, a descubrir novelas que por algún motivo se quedan grabadas en tu memoria lectora. Algo así ocurre cuando lees Pachinko, la segunda novela que escribió su autora, Min Jin Lee, y que fue finalista en los National Book Awards 2017 de Estados Unidos, país donde se publicó.



Se muestra la edición en español de la novela 'Pachinko' de la autora coreano-estadounidense Min Jin Lee. | Carmen Calatrava

Se muestra la edición en español de la novela 'Pachinko' de la autora coreano-estadounidense Min Jin Lee. | Carmen Calatrava



Este libro comienza en 1911, en Corea, y continúa durante los próximos ochenta años con la vida de una familia coreana que vive en Japón, con todo lo que ello significa.


Pachinko es una novela que se lee cómodamente. Es un texto muy rápido, ya que, en casi quinientas páginas, la historia contempla ocho décadas de una misma familia, pero no por ello menos preciso. El libro está estructurado en tres partes: Libro I. Gohyang/Tierra natal (1910-1933), Libro II. Madre Patria (1939-1962), Libro III. Pachinko (1962-1989)


El título de cada parte es muy significativo; desde Gohyang, ese lugar humilde donde nace y vive Sunja hasta que se casa y se traslada a Osaka; pasando por su nueva vida en Osaka, que por los años abarca, tenemos el eco de la II Guerra Mundial y cómo afecta a la familia, y terminando en el tercer libro, que se titula Pachinko, como algo que define a los personajes o con el que se les relaciona.


La base histórica y social está muy presente y muy integrada dentro de la narración; ese realismo vital, con la intimidad familiar que muestra, nos lleva a la existencia primero en una pequeña isla de pescadores del mar del Este de una familia que sobrevive regentando una humilde posada, para trasladarnos luego a Osaka, y acompañar a Sunja hacia lo que será su futuro. Pero, sin duda, esta historia es una novela de personajes, con los que sufriremos las vicisitudes de la vida que les ha tocado, aunque el texto no nos permitirá conocer el interior de ellos de forma muy profunda. La novela habla más de la intimidad familiar, que no tanto personal. Es un acierto que, sin incidir mucho en cada personaje, la autora consiga perfilarlos de una forma muy clara, de tal manera que al leer somos capaces de entenderles, para bien y para mal. No es necesario empatizar con ellos para arroparles en sus decisiones.


Al final, nos habla de una vida y de los pasos que se van dando, todo mezclado con esa carencia vital por la falta de aceptación e integración. La inmigración, el desplazamiento, la desubicación, unidos al fuerte racismo, xenofobia e intolerancia predominante durante todo el siglo XX en Japón hacia los coreanos y, por ende, hacia los descendientes de coreanos a pesar de que hayan nacido en Japón, marcan el devenir de cada uno de los personajes y su forma de enfrentarse a ello. La autora construye este relato para mostrar la exclusión social que sufrieron los coreanos que emigraron a Japón, conocidos como zainichi; sorprende descubrir que, incluso, la tercera generación, nacida en Japón, al igual que sus padres, tenían que renovar el permiso de residencia. 


Miseria, penurias, pobreza, pérdidas, esfuerzos, y muchos estereotipos; la pertenencia a un pueblo, a unas costumbres, junto con el anhelo a una tierra, ya perdida; el idioma, algo esencial que define a cada uno de los personajes; el matrimonio, la maternidad, la familia, los roles; el trabajo, la educación. Entre todo, además de la palabra familia, destaca el anhelo de los personajes hacia algo que no tienen, bien sea la patria, el amor, el sentirse aceptados, el dinero o el perdón.


Una historia sobre la identidad personal, con esa sensación de patria perdida que impregna al inmigrante, sea de la generación que sea.


En cierta manera, no hay grandes gestas.  Los personajes son imperfectos y llegan a sentir, en muchos casos, menosprecio por su propio origen. Esa lucha interior por ocultar su realidad los hace dolorosamente humanos. Una novela que narra una vida, una familia y la existencia de diferentes miembros, desde el propio conocimiento de los que se han sentido menospreciados o excluidos.


Es un relato sobre una familia y sobre la identidad y la complejidad del pensamiento humano de la palabra patria y de la sociedad a la que perteneces. Es una familia que lucha por salir adelante. La novela intenta acercar al lector la esencia de la herencia coreana dentro del mismo Japón; no es algo tan lejano, de hecho, la novela llega a los años 90 y la propia autora cuenta que durante la época que vivió en Tokio fue consciente de que algunas personas ocultan esa herencia coreana colonial que puede ser de quinta o sexta generación. Es una novela realista, con un texto que a veces sonríe y a veces duele. No intenta juzgar, no intenta arreglar, solo cuenta una historia. Es bonita. Con ella aprendes, además de conseguir que entiendas y que te acerques al sentimiento de desgarro social. Hay muerte, hay supervivencia, hay amor, ha determinación, hay miedo, hay trabajo.


Mención especial para Sunja, como eje de unión de todos los personajes, quien define muy bien que la vida, además de ser dura, tiene también momentos buenos. Una mujer fuerte que representa esa resiliencia que, a medida que uno crece, resulta más complicada. Una historia muy bonita y con mucho significado.


En 2022, Apple TV estrenó una serie de producción coreana y canadiense basada en este libro. La historia se va narrando en dos líneas temporales diferentes, cubriendo así la vida de Sunja y la de Salomón, nieto de Sunja. Una producción muy visual e intimista que consigue atraparte, al igual que lo consigue el libro, donde el trabajo de los actores destaca enormemente. Muy recomendable, al igual que el libro.


kimhyelin211@korea.kr


*Este artículo fue escrito por una reportera honoraria de Korea.net. Nuestro grupo de reporteros honorarios es de todo el mundo y trabaja para compartir su afecto y entusiasmo hacia Corea.