Por Harry Kazianis
Director de temas sobre Corea en el Center for the National Interest de EE.UU.
La historia nos enseña que un cambio en el liderazgo puede ser un tiempo peligroso, lleno de incertidumbre y tensión, especialmente cuando se trata de grandes potencias que poseen una red de alianzas que se extienden por todo el mundo. De seguro este el caso ahora que el mundo se prepara para el proceso de transición de Joe Biden, quien se convertirá en el 46º presidente de los Estados Unidos de América.
La buenas noticia es que Corea no debe sentir estrés o ansiedad, puesto que la administración Biden podría hacer algo realmente revolucionario para cambiar de manera profunda la dinámica de la Península Coreana: unificar los aspectos exitosos de la alianza bilateral llevados a cabo por el ex-presidente Barack Obama con el proceso empezado por el presidente saliente Donald Trump y su visita a Corea del Norte. Si eso sucede, el presidente Moon Jae-in tendría a un socio estratégico en la Oficina Oval, compartiendo un enfoque histórico y enfocado hacia adelante al cual la historia seguramente le reservará un guiño.
Primero, consideremos lo que el presidente electo Biden podría hacer para seguir los pasos de Barack Obama, en lo que refiere a la alianza coreano-estadounidense. Obama se enfocó en construir una alianza basada en el respeto mutuo y el fortalecimiento de las capacidades militares, desprovista de una retórica demandante sobre los costos económicos, dejando eso en manos de los negociadores, lejos del ojo de la prensa. Dicho esto, Biden debería liderar a su equipo de seguridad nacional para que rápidamente elaboren un acuerdo de medidas especiales (SMA, por sus siglas en inglés).
Luego, el presidente Biden debe asegurarse de que Seúl pueda y ejecute el traspaso del control operacional (OPCON) de las fuerzas militares coreanas antes del 2022, o por lo menos antes del final de ese año. De nuevo, al poseer Corea una de las fuerzas armadas más dinámicas, bien entrenadas y experimentadas del mundo, no hay ninguna razón para creer que el traspaso del control operacional no pueda llevarse a cabo sin problemas, y de manera eficiente. Esto sería algo que el presidente Biden podría lograr, y que aunque parece algo simple, es una manera muy efectiva de mejorar la alianza en vistas hacia las décadas venideras.
Y está, por su puesto, el desafío que presenta Corea del Norte. Puede que el presidente Biden no esté dispuesto a intercambiar correspondencia con Kim Jong Un o utilizar la diplomacia top-down utilizada por el presidente Trump, ni el enfoque político usado por el presidente Moon. Esto vendría a significar, casi de manera inmediata, que el presidente Biden quiere construir una nueva relación con Corea del Norte, una que esté libre de los altos de tensión que pueden perjudicar cualquier oportunidad de alcanzar la paz. El presidente electo Biden, a pesar de no haber tomado el poder todavía, debería decir -y muy pronto- que no estará dispuesto a aceptar una situación en la que ambas Coreas vuelvan a intercambiar retóricas belicosas que pudieran accidentalmente provocar el estallido de una guerra. También, debería anunciar que estaría dispuesto a favorecer un enfoque paso a paso, bajo el cual ambas partes puedan construir la confianza, y un fundamento para nuevas relaciones, bastadas en pasos que se tomen de manera recíproca, sin que EE.UU tenga que recurrir a una mano dura a la hora de las negociaciones.
Es aquí en donde el presidente Moon podría jugar un papel crítico en el devenir de los eventos de la diplomacia norcoreana, y demostrar por qué su estrategia ha sido la correcta. El presidente Moon podría demostrar al presidente Biden que él es capaz de convertirse en un líder histórico, al lograr la finalización de la Guerra de Corea, incluso por medio de una declaración política no vinculante. El presidente Moon cree firmemente que el único camino a seguir después de que Corea del Norte abandone su programa nuclear sería el de la terminación oficial del actual estado de guerra que ha estado presente en la península coreana por décadas, algo que hace sentido para cualquier persona que haya sido una observadora de los acontecimientos de las Coreas. Declarar la terminación de la Guerra debería ser el fundamento de cualquier política para Corea del Norte. En ningún sentido representaría una concesión para Pyongyang, sino el primer paso en un camino para lograr la paz duradera.
Incluso la mejor de las estrategias para la seguridad nacional puede fallar si no se ejecuta con un sentido de urgencia. El presidente electo Biden debe comprender que si espera hasta marzo o abril para decidir una política para con Corea del Norte -aunada a largos procesos de revisión- podría incursionar en aguas peligrosas. Debemos considerar que Corea del Norte se encuentra bajo una enorme presión internacional debido a las sanciones económicas, que ha sufrido el paso de tres tifones recientemente, que su economía está amenazada por el COVID-19, que hay escasez de alimentos, y ahora incluso un potencial faltante de reservas de moneda extranjera. Debemos reconocer esos problemas para tratar de evitar una crisis, puesto que Pyongyang podría presionar a la nueva administración estadounidense si se sienten ignorados, o si no se produce ningún progreso en el futuro cercano. El presidente electo Biden debe tener lista la mayor parte de sus políticas para con Corea del Norte desde el primer día de su mandato, y debería realizar comentarios públicos al respecto desde ahora sobre sus intenciones de crear una nueva relación con Corea del Norte, mientras trabaja mano a mano con el presidente Moon. Bajo este enfoque, estoy plenamente seguro de que el 2021 podría ser un año histórico para la península coreana.
Harry J. Kazianis es uno de los directores en el "Center for the National Interest", un instituto de investigaciones políticas con base en Washington, y que fue fundado por el presidente Richard M. Nixon.
Traducido por Elías Molina, redactor de Korea.net