Por Yuji Hosaka
Profesor emérito de Ciencias Políticas en la Universidad Sejong
El presidente de Corea, Lee Jae Myung, voló, el 23 de agosto -antes de su viaje a Estados Unidos-, a Tokio, para participar en una cumbre bilateral con el primer ministro japonés, Shigeru Ishiba. Esto despertó interrogantes sobre por qué eligió Japón en lugar de EE. UU. como su primer destino en el extranjero tras asumir el cargo.
Tradicionalmente, Washington suele ser el primer destino de un presidente surcoreano. Sin embargo, Lee rompió con esa práctica y se convirtió en el primer mandatario de Corea en visitar primero Tokio.
Su decisión fue interpretada como un intento de mantener el eje de la alianza Corea-EE. UU., al tiempo que subrayaba la cooperación regional y la autonomía diplomática. Desde la década de los años 2000, Corea ha mostrado un cambio generacional en su política exterior, alejándose de la imagen de mero seguidor de Washington y reforzando su autonomía.
Aunque existe la necesidad de cooperación en seguridad entre Seúl y Tokio, algunas cuestiones sensibles como los conflictos históricos y territoriales han frenado los avances bilaterales. Ejemplos notables son el fracaso, en 2012, para concluir el Acuerdo General de Seguridad de Información Militar (GSOMIA, según sus siglas en inglés) y el Acuerdo de Adquisición y Servicios Cruzados (ACSA), así como la terminación del GSOMIA en 2019. Por ello, la Administración Lee optó por visitar primero Japón, enmarcando la decisión como una diplomacia pragmática orientada a la gestión de disputas históricas, con el fin de reducir el coste político interno de futuras medidas.
La sociedad civil coreana ha mostrado una gran capacidad de movilización en temas históricos, aunque encuentra limitaciones para influir en la opinión pública japonesa. Al inicio de su mandato, el presidente Lee enunció principios para normalizar los lazos con Tokio, tales como "afrontar el pasado y, al mismo tiempo, construir relaciones orientadas al futuro" y "considerar a las víctimas". La creación de mecanismos para comunicarse con la sociedad civil y fomentar su participación refleja la estrategia de su Gobierno para absorber la oposición interna.
El 2025 tiene una importancia doble: marca el 80.º aniversario de la liberación de Corea y el 60.º de la normalización de las relaciones diplomáticas con Japón. Esta coincidencia resalta tanto la necesidad de sanar heridas históricas como la de impulsar una reconciliación orientada al futuro. El aniversario de la liberación, en particular, ofrece la oportunidad de reavivar la memoria de la colonización japonesa y puede generar intensos debates sociales.
Por su parte, el aniversario de la normalización puede verse como una ocasión para revisar la madurez institucional de la relación y avanzar en un enfoque de "doble vía": por un lado, gestionar las disputas históricas y, al mismo tiempo, por otro lado, profundizar en la cooperación económica y de seguridad. Así, la decisión de Lee de ir primero a Japón puede interpretarse como una apuesta por transformar la "política internacional de conflicto" en una "política internacional de gestión de la relación".
¿Qué beneficios concretos obtuvo Corea de esta cumbre?: Legitimidad política, oportunidades para agilizar la cooperación bilateral en economía, tecnología y cadenas de suministro. Corea y Japón tienen fortalezas complementarias en sectores como materiales para semiconductores, baterías y procesos de manufactura avanzada. Estabilizar las cadenas de suministro reduce la tentación de desviar la atención hacia temas conflictivos cuando surgen dificultades económicas internas. Este tipo de cooperación estructural también puede servir como salvaguarda institucional frente a errores diplomáticos de sus líderes.
Desde la perspectiva de seguridad, el auge de China y las amenazas nucleares y de misiles de Corea del Norte incrementan la necesidad de cooperación entre Seúl y Tokio, así como de una coordinación trilateral con EE. UU. Aunque en el pasado ya era esencial colaborar en seguridad, las barreras históricas y territoriales solían generar conflictos. La última cumbre permitió diseñar un paquete de "gestión de asuntos sensibles + avances en la cooperación práctica", con medidas concretas en el intercambio de información, la seguridad marítima y la respuesta conjunta a misiles.
El comunicado conjunto incluyó un apartado sobre la cooperación bilateral ante la amenaza nuclear norcoreana, pero no hizo referencia explícita a China, como tampoco lo hizo la cumbre Corea-EE. UU. De este modo, Corea evitó exponerse a riesgos geopolíticos derivados de una postura demasiado frontal hacia Pekín.
Con la cumbre, Seúl y Tokio retomaron la llamada "diplomacia itinerante" y sentaron las bases para reuniones regulares entre sus jefes de Estado y ministros. También abrieron el camino para promover mecanismos de cooperación en las cadenas de suministro, las tecnologías de vanguardia y abrir canales de comunicación ante crisis. En lo económico y lo militar, ambas partes acordaron inversiones conjuntas en materiales clave, semiconductores y baterías para reforzar las garantías mutuas de inversión.
En definitiva, la decisión de Lee de visitar primero Japón buscó aprovechar el carácter simbólico del 2025 para cambiar la "política internacional de conflicto" por una "política de gestión de la relación", estableciendo una base más estable para la cooperación práctica. Aunque persisten limitaciones estructurales como las disputas históricas y territoriales, la movilización temprana de la cooperación económica, de seguridad y trilateral con EE. UU. puede limitar el uso político del conflicto y modificar la inercia de la relación bilateral. Los problemas históricos no se resolverán de la noche a la mañana, pero con medidas adicionales centradas en las víctimas, una gobernanza multinivel y una diplomacia pública activa, es posible una "gestión sostenible" que apunte a una "reconciliación plena".
En conclusión, la decisión del presidente Lee de celebrar primero una cumbre bilateral con Japón tiene un significado estratégico no por romper una costumbre, sino por "cambiar la inercia" frente a riesgos complejos en seguridad, economía y sociedad. Aunque este gesto no baste por sí solo para mejorar las relaciones, sí cumple, en gran medida, con las condiciones necesarias para lograrlo.