Corea del Sur ha emergido como una superpotencia cultural global gracias a una estrategia bien planificada que comenzó en los años 90, cuando el gobierno decidió apostar por la cultura y el entretenimiento como motores económicos y de prestigio. Esta "ola cultural coreana" o Hallyu ha dado lugar a fenómenos internacionales como el K-pop, con bandas como BTS que generan miles de millones en ingresos, y a éxitos en la televisión y el cine, como "Parásitos" o "El juego del calamar". Incluso la literatura ha sido un ámbito de conquista, como lo demuestra el reciente premio Nobel otorgado a Han Kang.
El gobierno coreano ha sido clave en este éxito, invirtiendo en la promoción de su cultura y apoyando a las industrias creativas en sus primeras etapas, incluso durante crisis económicas, como la recesión de 1997. Esta estrategia ha permitido a Corea expandir su influencia en países cercanos como Japón y China, y luego globalmente. Las plataformas de streaming, como Netflix y Disney+, ahora buscan activamente contenido coreano para satisfacer la creciente demanda mundial.
Además del entretenimiento, otros sectores como la cosmética (K-Beauty) han capitalizado la popularidad de la cultura coreana. Marcas de cosméticos coreanas se han expandido rápidamente en Occidente, impulsadas por la asociación con estrellas del K-pop y del cine.
La estrategia coreana no solo ha generado ingresos, sino también un "poder blando" que ha elevado la influencia del país en la política global. Un ejemplo de esto es la imagen de los miembros de BTS en la Casa Blanca con Joe Biden, simbolizando el alcance cultural y diplomático de Corea. En resumen, Corea del Sur ha logrado un éxito impresionante en su plan de promoción cultural, con un impacto global que abarca desde la música y el cine hasta la literatura y la cosmética.
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