Reporteros Honorarios

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Por el reportero honorario de Korea.net Juan Pablo Ialorenzi de Argentina
23 de julio de 2021

Ismael Quiles (1906-1993) fue un sacerdote católico español que vivió en Argentina y dedicó gran parte de su vida académica al estudio del pensamiento oriental. Por su notable trabajo, logró reconocimientos internacionales. Ya llegado a ser un especialista en esta área, brindó conferencias en universidades de importantes ciudades asiáticas. Además, de la mano de la Universidad de El Salvador, fue uno de los precursores de los estudios orientales en Sudamérica.

En la obra que reseñamos hoy, “El alma de Corea” (publicada por Ediciones Depalma en 1987), el sacerdote Quiles busca dar una aproximación sobre la identidad del pueblo coreano. De forma sintética, pero no por ello superficial, describe lo que pudo observar en sus viajes a Corea del Sur y brinda una explicación sobre por qué ese pueblo es de tal manera. 


Portada

Tapa del libro "El alma de Corea" s (Ediciones Depalma, 1987) escrito por el sacerdote católico Ismael Quiles, y que está compuesto por cinco capítulo.  | Juan Pablo Ialorenzi


El libro está compuesto por cinco capítulos, de los cuales sus dos primeros se centran en el fenómeno educativo. Sobre ellos no vamos a profundizar porque, si bien es un asunto sumamente interesante, son el reflejo de un sistema educativo que tuvo lugar hace algunas décadas y no buscamos centrarnos en aquello. Aunque podemos destacar algunas conclusiones que el autor da sobre el tema, y servirán también para conocer a la Corea actual: desde los inicios de la República, la educación surcoreana buscó, en primer lugar, la autoconciencia de la herencia recibida de los antepasados y del lugar que ocupa el país en el mundo; en segundo lugar, el progreso nacional; luego, el respeto y la confianza mutua; y, por último, la fe en el sistema democrático y la cooperación.

Después de describir la situación académica y científica del país, concluye que “estamos ante una nación que puede mirar a su futuro educativo, científico y tecnológico, con plena confianza en sí misma y en sus posibilidades de inserción en el horizonte internacional, tanto a mediano como a largo plazo”. Según podemos observar en nuestros días, el análisis que realizó Quiles fue correcto.  


el alma de corea

Tumbas reales de la dinastía Joseon, período atravesado por el confucianismo. | Korea.net DB


Los tres capítulos siguientes buscan ilustrar al lector en la historia religiosa y en las distintas corrientes de pensamiento del pueblo coreano, empezando por el chamanismo local, para avanzar sobre el confucianismo, el budismo, el cristianismo y las nuevas religiones. Y, aunque no profundiza en el taoísmo, también lo menciona como una de las tradiciones filosóficas que tuvieron lugar en el territorio tratado.

Antes de iniciar con la exposición, hace una adecuada advertencia: sin el estudio de las religiones difícilmente pueda uno comprender el modo de vivir de una sociedad ni su desarrollo cultural. Por ello, y porque en Oriente la antropología filosófica no puede deslindarse de la religión, Ismael Quiles escribe las páginas que siguen. 


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Templo budista de Guinsa, en la provincia de Chungcheongbuk-do. | Korea.net DB


Como un primer esbozo, define al coreano como una persona cortés, interesada por la sociedad, laboriosa, efectiva, empeñosa, optimista y amante de su nación. Estas características básicas se las adjudica principalmente a la confluencia del confucianismo y el budismo.

Para comenzar con esta historia de las religiones, se explica al chamanismo, influenciado por corrientes migratorias de Manchuria y Mongolia miles de años antes de nuestra era. Esta creencia animista guarda estrecha relación con el tradicional mito de la fundación del pueblo coreano. Según el relato, el Rey Celestial tuvo un hijo llamado Hwanung que descendió al mundo. Este joven tuvo un niño junto a una osa que había sido convertida en humana, naciendo así Dangun Wanggeom, el primer rey de Gojoseon. El chamanismo contribuyó a la organización política de los primeros pobladores y, aún hoy, influye en el alma de los coreanos.

En los primeros siglos de la Era Cristiana, el confucianismo se arraigó en el territorio, entrando por medio de China, su gran vecino. La doctrina fundada por Confucio concebía una ciudad ideal ordenada jerárquicamente, y una serie de ritos y virtudes que buscarían el perfeccionamiento humano. Esta corriente fue nutrida por el taoísmo, de naturaleza panteísta, que le agregó una visión más cósmica. Con el paso de los años el confucianismo fue sumando teóricos, formando así al neoconfucianismo, en el que los filósofos coreanos jugaron un rol importante. Las escuelas de los pensadores Toegye y Yulgok, una más basada en cuestiones teóricas y otra en temas sociopolíticos, llevaron a discusiones filosóficas muchas veces complementarias.

En el siglo IV d.C. fue introducido el budismo, también desde China. La primera corriente budista que entró a Corea fue la Mahāyāna y particularmente sobresalieron la escuela Yeolban y Seon. Según estas creencias, todas las cosas forman parte de un Ser Absoluto, con el fin de disolverse en él. Quiles se detiene especialmente en la figura de Wonhyo, que buscaba unir las distintas escuelas e interpretaciones budistas. Este pensador colaboró enérgicamente con la unificación del pueblo coreano en la Era de los Tres Reinos, donde el budismo fue considerado como doctrina oficial durante varios siglos. Aunque desde el comienzo de la dinastía Yi, y hasta la ocupación japonesa del siglo pasado, el confucianismo logró ocupar ese lugar.

El cristianismo, siendo la religión que Corea conoció de forma más reciente (introducida formalmente por laicos locales en 1784, aunque había tenido algunos contactos previos), tuvo que introducirse en la cultura de un terreno con una tradición milenaria, atravesada profundamente por el neoconfucianismo y el budismo. Pero, la fe cristiana no solamente logró una cantidad de adeptos realmente significativa, sino que también “contribuyó a precisar la clara concepción de un Dios personal y creador con la consiguiente revalorización del individuo humano por su dignidad de persona”.

Para cerrar el capítulo, Quiles menciona a las nuevas religiones que aparecieron en Corea, como el Cheondogyo. Muchas de estas reunieron creencias de las anteriores.


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Imagen a las afueras del templo católico de Hapdeok. | Korea.net DB


Entonces, a modo de conclusión, Ismael Quiles afirma que la identidad del pueblo coreano se nutrió esencialmente de cinco fuentes: la religión primitiva, el neoconfucianismo, el taoísmo, el budismo y el cristianismo. Muchas de estas creencias llegaron desde el extranjero, pero debieron adaptarse al modo de ser de los locales. Esto se explica porque en la historia política de Corea hubo -y aún hay- “una lucha permanente […] por mantener su identidad y su autonomía nacional”.

eliasmolina@korea.kr

* Este artículo fue escrito por una reportera honoraria de Korea.net. Nuestro grupo de reporteros honorarios es de todo el mundo y trabaja para compartir su afección y entusiasmo hacia Corea.