Por el reportero honorario Luis Antonio Lamadrid de México
Laura Vales, politóloga y administradora pública por la Universidad Autónoma del Estado de México, inició su relación con Corea en el año 2000 trabajando para una empresa coreana en el ramo textil y casi dos décadas después, visitó Corea para conocer aún más sus encantos culturales.
En una muy amena charla, nos compartió su experiencia y cómo, sin poder imaginarlo, fue creciendo su interés por el país.
Laura Vales posa con un gigantesco oso de peluche durante su viaje a Seúl en noviembre de 2019. | Laura Vales
¿Qué tal es la forma de trabajar dentro de una empresa coreana?
Yo trabajé en dos empresas, primera del 2000 al 2014 y la segunda del 2015 al 2017, y en ambas, la dinámica era “el mayor manda”. Ahí aprendí el papel de la jerarquía dentro del trabajo, y a veces, aparecía el conflicto entre los jóvenes y las personas de más edad.
Recuerdo que en una ocasión un socio de mi jefe no tomó en cuenta mis decisiones, a pesar de que yo estaba en una posición ejecutiva, solo porque yo era una persona más joven que él. Su hija se disculpó conmigo y me explicó que las personas de más edad tienden a no hacer caso a las opiniones de los más jóvenes.
La forma de trabajar de los coreanos es muy diferente. Tienen una visión muy enfocada en la eficiencia, y mi trabajo era adaptar esa visión al contexto mexicano en lo laboral y lo legal. Además, son exigentes en su calidad. Me parece que, dentro de la cultura, sí existe esa preferencia de ser pulcros, de cumplir los estándares de calidad y ser correctos.
¿Qué te dejó trabajar con coreanos y cuál era tu cargo?
La confianza que me dio mi primer jefe facilitó las cosas, recuerdo que me dijo: “Laura, usted no sabe nada, ni yo tampoco, pero los dos vamos a aprender y vamos a hacer de este trabajo, que sea algo bueno para todos, que sea un buen trabajo”.
Allí estuve a cargo de la contratación y supervisión del personal, el pago de salario y los registros del seguro social, la llegada de materia prima, etc. En pocas palabras, yo era el enlace en español a nivel ejecutivo y profesional de mi jefe. En la segunda empresa también me encargué de todos los temas administrativos y además tuve que aprender de química y fórmulas, ya que la empresa elaboraba zapatos tipo suecos de goma.
El aspecto difícil fue entender las actitudes que tenían respecto a las jerarquías por la edad y su poca expresividad. A veces no me decían nada, ni si estaba bien o estaba mal de lo que hacía. Así que no sabía si sus gestos eran un sí o un no. Si ponían en práctica alguna idea que yo proponía, entonces sabía que era un sí, y de lo contrario, sabía que era un no. Ya con el paso del tiempo fui entendiendo esa forma de expresión. Esa convivencia creó lazos de amistad muy entrañables para mí.
¿Qué pasa cuando ves venir la ola coreana?
Me da gusto porque, a fin de cuentas, es otra cultura de un país relativamente desconocido por los latinoamericanos. A mí siempre me han llamado la atención los idiomas, el extranjero, para mí estuvo muy bien, ya que es otra forma de conocer a las personas.
¿En qué momento decidiste irte a Corea?
Mis compañeros, con los que trabajaba en la segunda empresa, al terminar el día siempre me invitaban a cenar a la Zona Rosa en la Ciudad de México, donde me enseñaron a comer muchos de los platillos de la gastronomía coreana. Con la comida me atraparon.
Hice una gran amistad con uno de ellos y él me insistió durante muchos años que fuera a visitar Corea. En mayo de 2019, tuve una “suspensión de las relaciones diplomáticas” con mi novio (risas), y por ello, decidí comprar mi boleto para irme a Seúl y me fui en noviembre.
La puerta Gwanghwamun, la entrada principal del palacio Gyeongbokgung, en el centro de Seúl, está rodeado de unos edificios modernos. | Korea.net
¿Cuáles eran tus expectativas y cómo fue tu experiencia en Seúl?
Yo lo que esperaba y por lo que más quería ir a Corea era la comida, pero no esperaba que la comida fuera tan rica y variada. Un día, caminando por Seúl, me metí a comer a un restaurante y todo se me antojaba, así que pedí tres platillos y de pronto tuve un banquete en la mesa para mí sola, una verdadera maravilla.
El concepto contrastante de tener palacios y edificios modernos en el centro de Seúl me agradó mucho, fue algo sorprendente. Nunca me imaginé la arquitectura tan moderna, la limpieza, la seguridad en la ciudad, la gran calidad del internet y la amabilidad de su gente.
También, me sorprendió la calidad del servicio del metro. Usando unas aplicaciones en el teléfono puedes saber tu ruta y los horarios a las que debes estar en la estación con total exactitud.
¿Cuál es actualmente tu vínculo con Corea?
Yo conservo los contactos con la gente con la que trabajé, son relaciones más de amistad, ya no tanto laborales. Después de convivir 17 años con ciudadanos coreanos, la cultura y la comida son parte de mí. Además, fui conquistando a mi familia por la comida, les encanta a mi hermana, a mi papá, a mi cuñado y a mi sobrino. Ahora mi hermana y yo tenemos la idea de ir a Corea juntas.
¿Qué consejo darías a los lectores mexicanos y latinoamericanos que deseen trabajar en una empresa coreana?
Primero que nada, que sean muy respetuosos de una cultura diferente y que sean conscientes que su forma de trabajo es estricta, no de manera negativa, sino estricta en la búsqueda de ser eficientes y con calidad.
El entender cuál es su puesto dentro de la empresa debe ser suficiente para poder desenvolverse de la mejor manera. Para mí las claves siempre serán el respeto mutuo y la honestidad, lo cual suele ser la base para crear un ambiente de confianza.