Por la reportera honoraria Leyali Zeraoui de México
Yuna con el Dakgalbi que preparó en la clase. | Leyali Zeraoui
Siempre he creído que la cultura también se saborea, y que no hay mejor forma de conocer un país que a través de su cocina. Como amante de Corea y exploradora de sus múltiples expresiones culturales, he dedicado tiempo a descubrir y compartir la riqueza de su gastronomía, especialmente desde la Ciudad de México, donde existe una vibrante escena de restaurantes coreanos. En mis redes sociales he reseñado casi todos los lugares de comida coreana en la capital, y entre mis platillos favoritos destaca uno muy especial: el
dakgalbi.
Mi historia con este platillo va más allá del gusto. El
dakgalbi fue el primer platillo que comí al llegar a vivir a Seúl, y desde ese momento me conquistó por completo. Sabores intensos, texturas cálidas y ese toque picante que lo hace inconfundible; fue amor al primer bocado. Aunque he de confesar que esa vez no pude comer mucho, porque realmente era muy picoso.
Por eso, cuando tuve la oportunidad de participar en una clase de cocina para aprender a prepararlo desde cero, no lo dudé ni un segundo. Lo que viví ahí fue mucho más que una simple lección culinaria: fue una verdadera celebración de identidad, comunidad y tradición. Cocinar
dakgalbi no solo me acercó más a la cultura coreana, sino que me permitió reconectar con recuerdos, sensaciones y emociones ligadas a mi experiencia en Corea.
El taller tuvo lugar en el Centro Cultural Coreano (CCC) en México, un espacio que se ha convertido en un puente vivo entre Corea y Latinoamérica. Y como si el destino lo hubiera planeado, compartí esta experiencia con Yuna, la carismática creadora de Cocinando Corea, quien con su pasión y calidez nos guio paso a paso en la elaboración de este delicioso platillo.
Además de la música, otro aspecto de la cultura coreana que siempre me ha fascinado es la gastronomía. Aunque en casa suelo cocinar principalmente platillos mexicanos o magrebíes, recientemente he comenzado a explorar el mundo de la cocina coreana, y confieso que aún estoy perfeccionando mi técnica para preparar un buen kimchi.
Con ese entusiasmo, decidí inscribirme en la clase de cocina coreana: “Cocinando Corea con Yuna: “Dakgalbi” sin saber mucho sobre la chef que impartiría el taller. Fue gracias a mis amigas de Guadalajara que supe a quién estaba por conocer: nada más y nada menos que Yuna Kim, conocida en redes sociales como Cocinando Corea.
Yuna es una creadora de contenido coreana que ha ganado enorme popularidad por compartir recetas tradicionales y aspectos de su vida en México. Llegó al país en el año 2000, y desde entonces ha sabido fusionar su herencia coreana con la cultura mexicana. En 2017, lanzó su canal de YouTube “Cocinando Corea”, donde publica recetas coreanas adaptadas al paladar y los ingredientes locales.
Más allá de la cocina, Yuna también comparte vlogs de su vida diaria, celebraciones familiares y colaboraciones con otros creadores de contenido. Su canal ha superado los 1.9 millones de suscriptores y acumula más de 800 videos, convirtiéndose en una figura de referencia para quienes desean acercarse a la gastronomía coreana en español.
Descubrirla fue una grata sorpresa y un recordatorio más de cómo las culturas se entrelazan y se enriquecen mutuamente. Además de que es divertidísima, supo cómo tener a todos los asistentes (éramos 80 personas inscritas) con sus experiencias. Fue muy amable y se tomó fotos casi con cada uno de nosotros.
En medio de aromas intensos y un ambiente cálido y curioso, la chef Yuna se colocó al frente de la sala para guiarnos, paso a paso, para la preparación del platillo: el
dakgalbi. Con su energía amable y su pasión por compartir, no solo nos enseñó a cocinar, sino que nos llevó de viaje a través de los sabores y la historia de Corea.
Yuna dando las explicaciones para el dakgalbi. | Leyali Zeraoui
Yuna comenzó explicando el origen del platillo. El dakgalbi es una receta tradicional nacida en la ciudad de Chuncheon, al noreste de Seúl, en la década de 1960. Fue concebido como una alternativa económica a la carne de res y, con el tiempo, se convirtió en un clásico reconfortante para muchas generaciones. A pesar de su nombre —que literalmente significa “costillas de pollo”—, el platillo se elabora con trozos de pollo deshuesado marinados en una mezcla picante y dulce a base de gochujang (pasta de chile rojo), ajo, salsa de soya, azúcar, aceite de sésamo y, en algunas versiones, un toque de miel.
El pollo se saltea junto con col, cebolla, zanahoria y tteok (pasta de arroz), creando un platillo vibrante, aromático y colorido que combina lo picante, dulce y umami en una armonía que despierta los sentidos. Lo más bonito del dakgalbi es su carácter social: tradicionalmente se cocina en el centro de la mesa, y se comparte entre amigos o familia mientras se conversa, se ríe y se prolonga la sobremesa.
Durante la clase, mientras mezclábamos los ingredientes y el picante de la salsa invadía el aire, no pude evitar recordar mis propios momentos en Corea. Vivir en Seúl me regaló muchos almuerzos y cenas compartidas alrededor de un sartén humeante de dakgalbi. En barrios como Myeongdong, Jamsil, Hongdae y Sinchon, este platillo es parte esencial de la vida estudiantil y juvenil. En especial, recuerdo las veces que, tras terminar de comer el pollo, pedíamos arroz blanco para mezclarlo con los jugos restantes en el sartén: una especie de ritual no escrito que convertía el final de la comida en un nuevo comienzo.
Y aunque Seúl lo ha adoptado con entusiasmo, Chuncheon sigue siendo el epicentro espiritual del dakgalbi. Allí, en su famosa “Dakgalbi Street”, decenas de restaurantes sirven su propia versión, atrayendo a locales y turistas por igual. En mi próxima estancia en Corea, tendré que hacer un viaje exprés a Chuncheon, para ver qué tan rico es este platillo allá.
La clase duró aproximadamente dos horas, tiempo suficiente para empaparnos de sabores, técnicas y anécdotas. Al final, todos los asistentes tuvimos la oportunidad de degustar el dakgalbi que prepararon para nosotros en el Centro Cultural Coreano y compartir una breve charla con Yuna, quien respondió preguntas y nos habló con calidez sobre la importancia de este platillo en la vida cotidiana coreana.
Kim Yuna y la reportera honoraria Farah Leyeli | Leyali Zeraoui
Durante la sesión, también descubrimos que el
dakgalbi tiene varias versiones contemporáneas, adaptadas a diferentes paladares y estilos de vida:
Dakgalbi con queso:
Servido con una generosa capa de queso mozzarella fundido. El pollo se enrolla como fondue, equilibrando el picante con suavidad cremosa.
Dakgalbi con Bokkeumbap (arroz frito):
Una tradición deliciosa: al finalizar la comida, se agrega arroz, alga nori y kimchi al sartén con los restos del platillo, creando un arroz frito lleno de sabor.
Dakgalbi con fideos de camote:
Algunos restaurantes añaden estos fideos estilo japchae para ofrecer una textura más elástica y una experiencia diferente.
Dakgalbi sin picante:
Ideal para quienes no toleran el picante, con salsas alternativas a base de soya o ajo dulce con miel.
Dakgalbi vegetariano o con tofu:
Las versiones sin carne están ganando terreno, sustituyendo el pollo por tofu, champiñones o proteína vegetal.
Salir del taller con el aroma del
dakgalbi impregnado en la ropa y una sonrisa en el rostro fue más que una señal de satisfacción: fue la confirmación de que la cultura coreana tiene una forma única de tocar el corazón, incluso a través de sus platillos.
Cocinar junto a Yuna y compartir con otros amantes de Corea fue como sentarse en una esquina de Seúl, justo ahí, en el corazón de la Ciudad de México.
Más allá de la receta, me llevé una vivencia que habla de identidad, de tradición y de comunidad. Porque cada cucharada de
dakgalbi es también una historia: la de una ciudad que lo vio nacer, la de quienes lo han perfeccionado con los años, y ahora, también, la mía.
Y así, con el paladar encendido y el corazón más cercano a Corea que nunca, confirmé que la cocina es un lenguaje universal —y que, a veces, los lazos más fuertes se crean entre picante, arroz y gochujang.
Disfruté muchísimo esta clase de cocina y espero pronto encontrar un lugar en México donde pueda seguir aprendiendo y compartiendo más sobre la gastronomía coreana.
Para mí, el
dakgalbi siempre será mucho más que un platillo: es un símbolo de amistad, calidez y buenos momentos. Su aroma me transporta inmediatamente a esos días compartidos en Corea, y gracias a esta clase con Yuna, pude revivir un pedacito de esa experiencia, esta vez en Ciudad de México.
Les comparto la receta que nos dieron, por si ustedes también se animan a hacer su propio
dakgalbi.
Receta del dakgalbi compartida por el Centro Culttural Coreano | Página oficial del CCC de México en Facebook
kimhyelin211@korea.kr
Este artículo fue escrito por una reportera honoraria de Korea.net. Nuestro grupo de reporteros honorarios es de todo el mundo y trabaja para compartir su afecto y entusiasmo hacia Corea.