Por la reportera honoraria Vera Yang de China
Fotografías: Vera Yang

El Festival de la Amistad de Seúl 2025 llegó a su fin la noche del 25 de mayo, clausurando en el icónico Dongdaemun Design Plaza (DDP) y envolviendo a esta urbe moderna en un ambiente cultural efervescente, marcando la transición entre la primavera y el verano. Bajo el lema “Un viaje por la cultura: El mundo y Seúl”, el evento exploró en profundidad el espíritu del intercambio multicultural y la coexistencia pacífica, haciendo patente el carácter inclusivo y la capacidad innovadora de esta metrópoli global.

Desde su lanzamiento en 1996, el Festival de la Amistad ha evolucionado hasta convertirse en un punto de encuentro para exhibiciones, espectáculos artísticos, actividades interactivas y una amplia gama de sabores internacionales, convocando anualmente a un público global cada vez más numeroso. En esta edición, embajadas, instituciones culturales y colectivos artísticos de 67 países exhibieron sus tradiciones y su visión contemporánea, creando un vibrante tapiz que celebró la diversidad y la unión, constituyendo una verdadera celebración cultural a nivel mundial.

Al mediodía del 24 de mayo, el Festival se inauguró con gran esplendor en la “Plaza de la Convivencia” del Dongdaemun Design Plaza (DDP). El alcalde de Seúl, Oh Se-hoon, junto a la presidenta del Consejo Municipal, Choi Ho-jung, así como representantes del cuerpo diplomático acreditado en Corea y distinguidos invitados del mundo de la cultura y el arte, se reunieron para la ceremonia de inauguración. Al presionar el "botón de la cooperación", emblema de unidad y trabajo en equipo, se dio inicio oficial al Festival de la Amistad de Seúl 2025. En sus palabras inaugurales, el alcalde Oh enfatizó: "Aspiramos a que este Festival Mundial de Ciudades acerque a Seúl al mundo y se convierta en un momento trascendental que irradie una diversidad de encantos."

Durante dos jornadas, el DDP se convirtió en un animado centro cultural. En el centro de la plaza, se instalaron 67 pabellones culturales provenientes de diferentes países y regiones, exponiendo un impresionante legado cultural y artístico. Los visitantes tuvieron la oportunidad de sumergirse en la riqueza cultural de diversas naciones, participando en talleres de artesanía, actividades folclóricas y experiencias interactivas, emprendiendo un viaje fascinante alrededor del mundo sin tener que abandonar la ciudad.

Como uno de los platos fuertes del festival, el escenario principal albergó una serie de impresionantes espectáculos culturales de alcance internacional. En representación de Corea, brilló el prestigioso grupo de danza Seoul Jimoondan, célebre por su particular fusión de danza contemporánea y danzas tradicionales coreanas. Su puesta en escena combinó a la perfección elementos estéticos de antaño con la expresión artística contemporánea, dando nueva vida a la rica herencia cultural de Seúl y a su dinámico espíritu innovador.

El colectivo de danza guerrera maorí, oriundo de Nueva Zelanda, brindó una presentación profundamente emotiva, la cual transmitió con gran intensidad la fibra cultural del pueblo maorí del Pacífico Sur y su espíritu indomable. Mediante pisadas resonantes, gritos de guerra atronadores, y movimientos precisos y cargados de vitalidad, los danzantes insuflaron vida al coraje heredado de padres a hijos, junto con un hondo respeto por sus antepasados.

Su actuación no fue solamente una exhibición de vigor corporal, sino también una expresión conmovedora de orgullo étnico y de arraigo cultural. El auditorio pudo percibir, en cada gesto, la fuerza ancestral y la determinación inquebrantable de un pueblo que ha logrado preservar su esencia a través del tiempo y del vasto océano.

El artista de Mongolia, con su canto largo de la estepa —melódico y extenso— expresó la profunda reverencia del pueblo nómada por la naturaleza y la vida. Su voz, como el viento que acaricia la pradera, evocó paisajes de armonía entre el ser humano y la tierra. Acompañado por los acordes del morin khuur y los tonos únicos del khöömei, el artista pintó la vastedad de las estepas y la fuerza vital que las habita, guiando al público en un viaje espiritual por la inmensidad de la naturaleza y el canto sagrado de la existencia.

La delegación mexicana ofreció el Jarabe Tapatío, una danza folclórica rebosante de alegría y colorido, que es un espejo brillante de la abundante variedad de las costumbres populares de la nación. Los danzantes, engalanados con trajes regionales espléndidos provenientes de diferentes zonas de México, se movieron con pasos veloces y pletóricos de vigor. Las faldas adornadas y policromadas daban vueltas siguiendo el ritmo de la música, generando un despliegue de luces y siluetas que enfatizaba la identidad cultural mexicana.

Esta presentación no solo puso en valor la diversidad cultural de México, sino que igualmente comunicó el cariño del pueblo mexicano por la vida y su firmeza en la conservación de las artes tradicionales, transformándose en un espectáculo cautivador en el marco del festival cultural.

La danza folclórica tailandesa, con sus trajes espectaculares y ritmos apacibles, ilustra de manera fehaciente el encanto particular de la cultura del sudeste asiático. Los danzantes, ataviados con trajes tradicionales sofisticados y elegantes, coronados por delicadas diademas, se mueven con soltura y elegancia, en absoluta consonancia con los sonidos tranquilos de instrumentos antiguos como la flauta de bambú, el gong y las cuerdas.

A través de gestos sutiles de las manos y pasos delicados, manifiestan un profundo respeto por la naturaleza, los espíritus y los ancestros, mientras que a su vez proyectan un espíritu nacional lleno de afecto y poesía. Los espectadores se ven envueltos en un cuadro vibrante y colorido, experimentando la riqueza y la profundidad de una cultura milenaria con una intensidad conmovedora.

La delegación china presentó un espectáculo de canto y danza folclórica que encapsuló con maestría el atractivo atemporal y el dinamismo actual de la tradición oriental. Las suaves y melodiosas tonadas llenaron el espacio, envolviendo a los asistentes con su calidez y deleitando sus oídos. Las bailarinas, vestidas con trajes deslumbrantes, ejecutaron movimientos elegantes, sutiles y cargados de sentimiento, manifestando en cada paso la profunda y refinada esencia artística de la cultura china, a la par que su carácter contemporáneo. El público, cautivado por esta impresionante demostración, tuvo la oportunidad de apreciar la confluencia de pasado y presente, sintiendo profundamente el orgullo cultural y el espíritu enérgico del pueblo chino.

El pueblo Ainu de Hokkaido, Japón, ofreció una actuación única de percusión, generando un festín sonoro repleto de solemnidad ceremonial. Emplean diminutos tambores que percuten con sutiles y rítmicos golpes de palma, sumados a cantos que se han heredado a través de los siglos, exteriorizando veneración y plegarias dirigidas a las entidades espirituales de la naturaleza. Esta singular percusión no solo pone de manifiesto la arraigada herencia cultural de los Ainu, sino que igualmente aporta un matiz enigmático y prístino a la celebración, forjando un ambiente impactante para los presentes.

La sección culinaria se transformó en uno de los principales imanes del festival, cautivando a los asistentes con una vasta gama de sabores internacionales. En este recinto se presentaron desde bocadillos representativos de América Latina, pasando por perfumados fideos salteados, intensos curris provenientes del Sudeste Asiático, y una delicada selección de postres y bebidas autóctonas de variadas naciones. El ambiente se saturó de aromas sugerentes que avivaban el apetito y la curiosidad cultural por partes iguales. La confluencia entre gastronomía y herencia transformó esta vivencia en algo más que una simple cata: fue un auténtico periplo sensorial por el globo, donde cada probada permitió a los concurrentes explorar la esencia singular de diferentes civilizaciones a través del gusto.

El Festival de la Amistad de Seúl 2025 se desvaneció, culminando bajo el fulgor de las luces citadinas y el incesante ir y venir de los asistentes; como un lienzo cultural soberbio, abrazando montañas y ríos, se cerró gradualmente con elegancia. Este acontecimiento icónico no solo personificó con fuerza la energía del intercambio cultural a nivel global, sino que también infundió a Seúl una profunda dimensión humana y un ambiente internacional vibrante. Desde la sinergia de música y danza en el escenario, hasta la confluencia de idiomas y gustos en cada puesto, cada encuentro y cada momento de observación se convirtieron en un poema palpitante donde diversas culturas se encontraron con respeto y comunicación. Las plazas y arterias de Seúl latieron al son del mundo, resaltando con intensidad el creciente esplendor cultural de esta urbe cosmopolita.

La fastuosa celebración cultural, meticulosamente orquestada por el Gobierno Metropolitano de Seúl, va más allá de la simple conmemoración y el entusiasmo superficial. Se erige como un genuino espejo del alma de la urbe, una manifestación genuina que emana desde sus orígenes para resonar en el ámbito mundial. En este contexto, la cultura deja de ser un mero entretenimiento y se metamorfosea en un nexo activo de comprensión recíproca y proximidad, una afectuosa invitación que Seúl extiende al orbe completo. Es una apertura visual que concede al mundo la oportunidad de explorar la pluralidad, la disposición y la abundancia cultural de Seúl; al mismo tiempo, es un puente que derriba barreras lingüísticas y geográficas, posicionando a la ciudad en un escenario global de diálogo intercivilizatorio y colaboración.

kimhyelin211@korea.kr

Este artículo fue escrito por una reportera honoraria de Korea.net. Nuestro grupo de reporteros honorarios es de todo el mundo y trabaja para compartir su afecto y entusiasmo hacia Corea.