La falla en la lógica del argumento del artículo de Ramseyer puede interpretarse de esta manera: "En la autopista, vi algunos vehículos azules". "Por lo tanto, todos los vehículos son azules". "Las estaciones de confort habían reclutado a algunas prostitutas para trabajar ahí". "Por lo tanto, todas las mujeres en las estaciones de confort eran prostitutas". |
Por Mark Peterson
Profesor emérito en la Universidad Brigham Young
¿Por qué Japón nunca aprende? ¿O es que, acaso, busca provocar a propósito la ira de Corea, a causa de algún motivo no visible? Sea cual sea la razón, la horrible imagen de Japón defendiendo su papel y sus acciones durante la II Guerra Mundial los hace verse muy mal, otra vez ahora en el 2021.
Esta vez, planeado o no, la aguda afrenta hacia los coreanos viene de un profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard -el profesor Mitsubishi de Derecho Japonés- J. Mark Ramseyer, quien fue criado en Japón, y a quien hace dos años el gobierno japonés condecoró con la Orden del Sol Naciente. Si bien no ostenta la nacionalidad japonesa, es una persona que representa a Japón tan bien como cualquier otro japonés podría hacerlo, y quien además ostenta el visto bueno de la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard, una de las más importantes del mundo. Su artículo en una revista de temas de derecho ha provocado nuevamente, de manera innecesaria, la ira del pueblo coreano.
Una de mis jóvenes colegas que recientemente terminó su maestría en administración de empresas en Estados Unidos, me contactó y me pidió que escribiera una contestación al "artículo de Harvad", ya que nos guste o no, así es como se conoce el asunto. Ella me dijo que alguien como yo, con un doctorado (PhD) de Harvard debería refutar el artículo, y que ella estaba tan molesta que no había podido conciliar el sueño la noche anterior, sino que por el contrario, el asunto la hizo llorar varias veces. Además de ella, también recibí varias otras solicitudes para que me refiriera al artículo. Me parece un asunto muy emocional que Japón insista en colocar el dedo en la llaga, nunca permitiendo que sane la herida.
Permítanme comenzar con una historia. Cuando viví en Corea, a finales de los ochenta, en la ciudad de Busan, teníamos una empleada doméstica que hablaba con un fuerte acento. Era un poco incomprensible, pero incluso para mí era claro que se trataba del acento de la provincia de Gyeongsangnam-do, pero no el de Busan. Su acento tenía además algunos toques de japonés e incluso de chino. Ella tenía alrededor de 60 años, por lo que habría nacido alrededor de 1920, y habría sido una adolescente en los tiempos de la II Guerra Mundial. Cuando le pregunté sobre su historia personal, me contó que había nacido en la zona occidental de la provincia de Gyeongsangnam-do, pero en su preadolescencia fue enviada a vivir con su tío en la ciudad de Harbin, en China, y que en ese momento se encontraba bajo dominio japonés. Su tío era un funcionario en el ejército japonés, y por ello su padre consideró que sería más seguro para ella que estuviera en la casa de un funcionario del ejército japonés. ¿Cuál era el peligro?, se preguntarán. Pues, temían que pudiera ser secuestrada en las calles, o de otra manera, que fuera reclutada de manera forzosa para 'el servicio' al Emperador japonés en los 'cuerpos de las mujeres de confort'.
¿Estaba justificado su miedo, y el miedo de su familia para que fuera suficiente para que la enviaran a vivir con un tío a miles de kilómetros de distancia? Su caso no fue el único. En toda Corea, había historias de mujeres que fueron obligadas, engañadas o atrapadas, de una forma u otra, para que sirvieran en las estaciones de confort. Una historia desgarradora es la de una maestra de secundaria que escuchó sobre el "cuerpo de confort" y su descripción como una especie de "organización de servicio", algo así como una organización de "té y galletas", donde las mujeres podían contribuir con su apoyo en la guerra. Esta maestra reclutó a sus cinco mejores alumnas, considerando que sería un honor, para que fueran a servir; sólo para descubrir más tarde lo ingenua que había sido, cuando comprendió la realidad de los 'cuerpos de confort'.
El problema con el artículo del profesor Mitsubishi de la Facultad de Derecho de Harvard es que no trata los problemas más importantes tales como la manera en que se reclutaba a las mujeres por la fuerza o por engaños, sino que sólo trata un tema legal que sería de mucho interés para los abogados. Se enfoca en la estructura legal del sistema de burdeles, y argumenta que hubo mujeres que de hecho eran prostitutas que fueron reclutadas para las "estaciones de confort" del Imperio Japonés en el frente de batalla en el extranjero. No se refiere a las mujeres que fueron obligadas a unirse, que pudieron haber sido secuestradas o engañadas para tal fin. Sin dar una explicación equilibrada de cuántas mujeres pudieron haber sido "arrastradas" involuntariamente - criticó el uso de ese término en una versión anterior del documento - sólo se ocupa de la estructura "legal" de los burdeles gubernamentales. No creo que el profesor pretendiera decir o incluso dar a entender que todo eso estuviera bien, pero el uso de la jerga legal y la esterilidad del discurso propios de una facultad de derecho fueron tal que el texto carecía de cualquier sentimiento para las mujeres involucradas en estos "contratos" sobre los que estaba escribiendo.
El problema no es una nueva versión sobre los burdeles legales del Japón en tiempos de guerra. El problema es que los dos gobiernos y los dos pueblos, Japón y Corea, tienen una posición completamente diferente sobre el tema. Corea ve el artículo como una piedra más en el muro del vil trato de Japón hacia Corea durante la ocupación japonesa de Corea. Japón está "a kilómetros de distancia" de mostrar la simpatía y la contrición que debe mostrar un criminal de guerra. Japón no es Alemania. Alemania no se defiende de sus crímenes de guerra: los nazis, Hitler, un público de apoyo pasivo, han sido todos condenados. Siempre. Por todos menos el elemento más derechista de Alemania. No es así el caso en Japón.
En repetidas ocasiones se cita a funcionarios japoneses (el ex primer ministro Taro Aso, el Cónsul General de Japón en Atlanta, el alcalde de Osaka, y otros) diciendo que "eran prostitutas, ¿no es así?" Aquí está el problema. El "artículo de Harvard", me consterna decirlo así, pero es como se le refiere en Corea, echa leña al fuego. Sí, habla de los problemas legales de la prostitución legal en burdeles legales sancionados por el estado, como un tema legal. Es como si las mujeres no existieran. Sólo se discuten los aspectos legales detrás de ello. Es una pieza distanciada, desinteresada. Pero aparece en los cables de noticias como una gran novedad para infligir a los coreanos.
La sensibilidad está ausente en el tratado legal. La sensibilidad política no es asunto del autor ni de la revista. "Sólo los hechos, señor", como diría Joe Friday. Pero la revista y su contenido refuerzan la insensibilidad del lado japonés y aumentan la sensibilidad del lado coreano, porque ahora, no son sólo "los japoneses mentirosos y engañosos", sino Harvard quien está "en contra nuestra".
El tiempo lo es todo, como dicen. El artículo de Harvard trata sobre un lugar y un tiempo en donde la prostitución era legal. El autor escribe sobre la prostitución legal en Japón y Corea en ese momento. Se presenta como un estudio académico de un tema legal en ese momento, como si se tratara de comprar un inmueble o contratar la construcción de una casa. Eso fue entonces; esto es ahora. Cuando un Primer Ministro o un Cónsul General dicen: "Bueno, eran prostitutas, ¿no es así?" esos funcionarios están usando el sistema de valores de hoy para denigrar a las "mujeres de confort". Eran solo prostitutas. Es una forma de negar que fueron víctimas. El artículo de Harvard los respalda, sin emoción: era un arreglo contractual -legal, frío y oficial-. No hay nada más que ver aquí, sigamos avanzando.
El artículo de Harvard no pretende contar la historia de las mujeres de confort de manera integral. No menciona la Masacre de Nankín donde la ciudad entera fue violada o destruida por el ejército japonés, a causa de su tenaz resistencia en una de las peores batallas de la II Guerra Mundial. La gente de la ciudad también fue violada, literalmente, por soldados japoneses en un tumulto de violaciones y asesinatos después de la batalla. Por este crimen de guerra, el gobierno japonés respondió que las estaciones de confort eran un medio para tratar de mantener a raya las necesidades sexuales de los soldados japoneses. No se puede entender el fomento japonés de "estaciones de confort" sin comprender las violaciones de Nankín. Es un crimen de guerra en lugar de otro.
Se explica como si fuera un "hecho real", que la relación de las mujeres con el burdel se trataba de un acuerdo legal. Menciona incentivos para asegurar que las mujeres desempeñaran bien sus funciones. Pero no describe a los dueños de burdeles como "proxenetas" que, por supuesto, golpeaban brutalmente a las mujeres por tomarse un tiempo libre, o por ofender a un cliente, o por contraer una enfermedad, o por quedar embarazadas, o sin ningún motivo, solo para mantenerlas a raya. La brutalidad del sistema solo se insinúa en las palabras "difícil" o "peligroso". Aquí, también, la jerga legal ofusca la cruda deshumanización vivida en las estaciones de confort.
No se mencionó a las mujeres de Filipinas que también se vieron obligadas a servir a los soldados japoneses invasores. Tampoco se menciona a las mujeres de China. Ni del Sudeste asiático. Ni las mujeres holandesas, algunas de las cuales eran madres con hijos que fueron capturadas en las Indias Orientales Holandesas (actual Indonesia). No, el artículo, un austero artículo de investigación legal, analiza los contratos, los contratos entre prostitutas y agencias japonesas. No intenta describir la situación de la explotación criminal de mujeres por Japón durante la guerra.
Pero como tal, al mirar sólo un segmento del problema, el artículo hace un flaco favor. Sí, un experto en derecho puede escribir sobre cuestiones legales en tiempos de guerra, un tiempo pasado, un tiempo irrelevante como precedente legal para los problemas de hoy. Pero cuando las implicaciones del artículo son la denigración de la vida de las pocas mujeres de confort que aún quedan con vida, la denigración del recuerdo de las mujeres de confort ya difuntas, el avivamiento de las llamas de la desconfianza y el odio entre dos países vecinos que han visto tanta explotación, el resurgimiento de la mala voluntad entre Corea y Japón, el artículo adquiere un nuevo significado. Es posible que el autor haya pensado honestamente que el tema era un fragmento interesante de la historia legal que no se había explorado. Puede que no haya imaginado la vorágine que su artículo crearía en la prensa coreana. Puede estar consternado de que no sea un artículo que acerque a las naciones, sino que actúe como una antorcha para encender viejos y dolorosos recuerdos. Puede que no se diera cuenta para nada de este dolor y mala voluntad. Pero eso es justo lo que ha hecho. Su artículo ha servido para encender la vieja animosidad, desconfianza y odio hacia Japón.
Es desafortunado. Pero este "artículo de Harvard" ha tenido eco en todos los medios coreanos y, como una bala que atraviesa la carne, ha reabierto viejas heridas. ¿Cuándo dejarán Japón y todos sus portavoces de justificar los crímenes de guerra de principios del siglo XX y simplemente dirán: "Lo sentimos"?
Mark Peterson es profesor emérito en la Universidad Brigham Young, donde enseñó Estudios Coreanos durante más de 30 años. Desde que se jubiló en 2018, ha dirigido el canal de YouTube "The Frog Outside the Well".
Traducido por Elías Molina, redactor de Korea.net